sábado, 23 de marzo de 2019

El alcalde más odiado

A pocas horas de que se elijan alcaldes y prefectos, rememoro que en ocasiones he pensado en la posibilidad de ser alcalde de la ciudad en que nací o de la que vivo ahora. Aunque veo muy difícil que llegue a serlo (el sistema político ecuatoriano hace casi imposible que llegue a ese puesto alguien que quiere servir sin estar atado a compromisos), no me cabe duda que sería el alcalde más odiado.

Sí, el más odiado, no el peor. ¿Y por qué sería el más odiado? Pues por varios motivos.

Sería odiado por los comerciantes informales que se toman calles y veredas, ya que los obligaría a ubicarse en un lugar adecuado para realizar sus actividades. Es cierto que tienen derecho a trabajar, pero el resto de ciudadanos también tienen derecho a movilizarse con tranquilidad.

Sería odiado por los conductores que se creen dueños de las calles y se parquean donde les da la gana, especialmente los de transporte público. A estos últimos especialmente les aplicaría puntualmente la ley, sin ánimos de desquite pero con rigor. Y para no tener excusas haría señalizar adecuadamente las calles.

También sería odiado por los contratistas incumplidos, a los que no les perdonaría los retrasos injustificados, sin importar de quién sean amigos o compadres.

Muchos duenos de negocios, acostumbrados a hacer lo que les viene en gana, también me odiarían cuando les hiciera respetar las ordenanzas que regulan el uso de espacio público, o las zonas donde se puede abrir cierto tipo de establecimientos. Las ciudades ordenadas progresan, las desordenadas no.

Me odiarían las personas que se asientan en lugares de riesgo: laderas de ríos, colinas, y otros; a los que por su propia seguridad hay que reubicar, aunque sea obligados.

Sería odiado por funcionarios de entidades del gobierno central, e incluso del gobierno provincial, cuando reclame por los proyectos que ellos deben hacer, sobretodo en el sector rural, y que me tocará presentar como alcaldía.

También sería odiado por ciertos periodistas. Con aquellos que responden a intereses de personas o partidos políticos, con aquellos que piden "colaboraciones" para hablar bien de la gestión municipal. Lamentablemente los hay, aunque sean pocos, y hacen quedar mal al resto.

Seguramente habrán más sectores o grupos que me terminarían odiando, por obligarlos a hacer lo que deben, respetando la ley y a los demás. Por supuesto que a su vez daría alternativas en los casos que se requieran (explanadas cubiertas o centros para comercio informal, viviendas a costo popular, sistematización del transporte, entre otros). No hay que olvidar que los derechos de una persona terminan donde empiezan los del resto. Pero como dicen, soñar no cuesta nada, y hasta el momento esto es sólo eso, un sueño.

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