Sí, el más odiado, no el peor. ¿Y por qué sería el más odiado? Pues por varios motivos.
Sería odiado por los comerciantes informales que se toman calles y veredas, ya que los obligaría a ubicarse en un lugar adecuado para realizar sus actividades. Es cierto que tienen derecho a trabajar, pero el resto de ciudadanos también tienen derecho a movilizarse con tranquilidad.
Sería odiado por los conductores que se creen dueños de las calles y se parquean donde les da la gana, especialmente los de transporte público. A estos últimos especialmente les aplicaría puntualmente la ley, sin ánimos de desquite pero con rigor. Y para no tener excusas haría señalizar adecuadamente las calles.
También sería odiado por los contratistas incumplidos, a los que no les perdonaría los retrasos injustificados, sin importar de quién sean amigos o compadres.
Muchos duenos de negocios, acostumbrados a hacer lo que les viene en gana, también me odiarían cuando les hiciera respetar las ordenanzas que regulan el uso de espacio público, o las zonas donde se puede abrir cierto tipo de establecimientos. Las ciudades ordenadas progresan, las desordenadas no.
Me odiarían las personas que se asientan en lugares de riesgo: laderas de ríos, colinas, y otros; a los que por su propia seguridad hay que reubicar, aunque sea obligados.
Sería odiado por funcionarios de entidades del gobierno central, e incluso del gobierno provincial, cuando reclame por los proyectos que ellos deben hacer, sobretodo en el sector rural, y que me tocará presentar como alcaldía.
También sería odiado por ciertos periodistas. Con aquellos que responden a intereses de personas o partidos políticos, con aquellos que piden "colaboraciones" para hablar bien de la gestión municipal. Lamentablemente los hay, aunque sean pocos, y hacen quedar mal al resto.
Seguramente habrán más sectores o grupos que me terminarían odiando, por obligarlos a hacer lo que deben, respetando la ley y a los demás. Por supuesto que a su vez daría alternativas en los casos que se requieran (explanadas cubiertas o centros para comercio informal, viviendas a costo popular, sistematización del transporte, entre otros). No hay que olvidar que los derechos de una persona terminan donde empiezan los del resto. Pero como dicen, soñar no cuesta nada, y hasta el momento esto es sólo eso, un sueño.