martes, 3 de septiembre de 2019

Porque (ya) no se debería construir una nueva refinería en Manabí (ni en ninguna otra parte del Ecuador)

Pues eso, pienso (y espero a que al menos terminen de leer mis argumentos antes de que mis hermanos manabitas me tilden de traidor o algo por el estilo) que ya no se debería construir la Refinería del Pacífico RdP) en el sector de El Aromo. Ni ahí ni en ninguna otra parte o provincia del país.
Me explico: en su momento la refinería fue una muy buena idea. No soy experto en el tema para decir si la zona era la mejor o no (si me parece que más cerca del mar hubiera sido mejor), pero sin duda se iba a constituir en un polo de desarrollo para la provincia, siempre que se construyera y funcionara adecuadamente, y siguiendo las normas de respeto y cuidado de la naturaleza. Pero esa refinería debió haber estado construida y en operación hace al menos unos tres años). Además, también debió haberse construido los medios para llevar el petróleo a la misma, porque en Manabí no hay petróleo, así de simple.
Pero se pospuso su construcción, e incluso se anunció la liquidación del proyecto. Y ahora se ha vuelto a anunciar la construcción de una nueva refinería, aunque el gobierno no ha dicho específicamente donde.
Por supuesto, los manabitas salimos a protestar (bueno, la verdad yo no lo dice) porque se rumora que el proyecto se lo van a llevar a otra parte. Y yo opino que no se debería construir la refinería, ni en El Aromo, ni en ninguna otra parte, sino más bien repotenciar y ampliar las ya existentes, o en su defecto construir proyectos más pequeños, para poder extraer otros derivados del petróleo, no solo combustibles. Explico mis motivos para esta afirmación.

Motivo 1: Manabí no produce petróleo.

Es la verdad. Una refinería en Manabí va a depender del petróleo que venga de otras partes, lo que implica que debe llegar en barcos (así que se deberán construir las tuberías desde el mar hasta la refinería), o a través de un oleoducto desde el oriente (con un costo considerable).
No tenemos petróleo, pero si producción agropecuaria. La idea de instalaciones agroindustriales (no cultivos como algún despistado dijo) en los terrenos sería una gran oportunidad para potenciar el desarrollo de la provincia. Producimos muchas frutas y vegetales, pero casi no le damos valor agregado. Buena parte de la leche obtenida de la ganadería se va a otra provincia, desde donde luego nos venden productos derivados como quesos, yogurt, leche saborizada, entre otros; que bien podrían podrían ser producidos directamente aquí.
Y no solo podría ponerse empresas de procesamiento, sino también centros de investigación donde se innove con la creación de nuevos productos.

Motivo 2: La tendencia mundial va contra los derivados de petróleo

Muchos países industrializados le han dado fecha final a la venta de vehículos de combustión interna, que utilicen gasolina o diésel. De aquí a 15 o 20 años, en el muchos países no solo que no se venderán estos vehículos, sino que seguramente circularán principalmente los que utilicen energías renovables (Por ejemplo Alemania, Francia, Reino Unido, o hasta China). En algunos casos se habla incluso de prohibir los que son a gasolina o diésel. Y en Ecuador en poco tiempo seguro empezará también la moda de los eléctricos.
En este contexto, si la nueva refinería en el mejor de los casos empiece a trabajar en 5 años (siendo muuuuy optimista), estaríamos diciendo que en 10 años empezaría a bajar la demanda de combustibles fósiles, y otros productos derivados del petróleo, y por lo tanto quizás ni siquiera alcancemos a recuperar lo invertido en la nueva refinería.

¿Y entonces?

 Sobre que proyecto le conviene más a Manabí en lugar de la refinería, ya lo dije. Un complejo agroindustrial, para aprovechar el potencial de ser la provincia con la mayor extensión de tierras agrícolas.
Sin embargo, si necesitamos mejorar por ahora la producción de derivados de petróleo (no es posible que siendo productores sigamos importando combustibles). Soy de la idea de que se debe más bien repotenciar (verdaderamente) y ampliar las refinerías existentes, en Esmeraldas y la Libertad, para conseguir ese incremento en la producción de derivados que se suponía lograríamos con la RdP. Otra idea podría ser construir refinerías más pequeñas cerca de las ya existentes, para aprovechar el suministro de petróleo que llega a las mismas.
No se trata solo de pelear por el orgullo de tener algo que nos ofrecieron (y que nos merecemos), sino de pensar realmente que necesitamos y que nos conviene tener. No se trata tampoco dejarnos llevar por ofrecimientos pomposos, se trata de pensar en un futuro a mediano y largo plazo.

sábado, 23 de marzo de 2019

El alcalde más odiado

A pocas horas de que se elijan alcaldes y prefectos, rememoro que en ocasiones he pensado en la posibilidad de ser alcalde de la ciudad en que nací o de la que vivo ahora. Aunque veo muy difícil que llegue a serlo (el sistema político ecuatoriano hace casi imposible que llegue a ese puesto alguien que quiere servir sin estar atado a compromisos), no me cabe duda que sería el alcalde más odiado.

Sí, el más odiado, no el peor. ¿Y por qué sería el más odiado? Pues por varios motivos.

Sería odiado por los comerciantes informales que se toman calles y veredas, ya que los obligaría a ubicarse en un lugar adecuado para realizar sus actividades. Es cierto que tienen derecho a trabajar, pero el resto de ciudadanos también tienen derecho a movilizarse con tranquilidad.

Sería odiado por los conductores que se creen dueños de las calles y se parquean donde les da la gana, especialmente los de transporte público. A estos últimos especialmente les aplicaría puntualmente la ley, sin ánimos de desquite pero con rigor. Y para no tener excusas haría señalizar adecuadamente las calles.

También sería odiado por los contratistas incumplidos, a los que no les perdonaría los retrasos injustificados, sin importar de quién sean amigos o compadres.

Muchos duenos de negocios, acostumbrados a hacer lo que les viene en gana, también me odiarían cuando les hiciera respetar las ordenanzas que regulan el uso de espacio público, o las zonas donde se puede abrir cierto tipo de establecimientos. Las ciudades ordenadas progresan, las desordenadas no.

Me odiarían las personas que se asientan en lugares de riesgo: laderas de ríos, colinas, y otros; a los que por su propia seguridad hay que reubicar, aunque sea obligados.

Sería odiado por funcionarios de entidades del gobierno central, e incluso del gobierno provincial, cuando reclame por los proyectos que ellos deben hacer, sobretodo en el sector rural, y que me tocará presentar como alcaldía.

También sería odiado por ciertos periodistas. Con aquellos que responden a intereses de personas o partidos políticos, con aquellos que piden "colaboraciones" para hablar bien de la gestión municipal. Lamentablemente los hay, aunque sean pocos, y hacen quedar mal al resto.

Seguramente habrán más sectores o grupos que me terminarían odiando, por obligarlos a hacer lo que deben, respetando la ley y a los demás. Por supuesto que a su vez daría alternativas en los casos que se requieran (explanadas cubiertas o centros para comercio informal, viviendas a costo popular, sistematización del transporte, entre otros). No hay que olvidar que los derechos de una persona terminan donde empiezan los del resto. Pero como dicen, soñar no cuesta nada, y hasta el momento esto es sólo eso, un sueño.

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